Mis reflexiones: mi legado.


Bajo el genérico título de  “Mis Reflexiones: Mi legado”, comienzo una serie cartas que quiero dirigir a mi familia, con el fin de hacerles llegar las experiencias que la vida me ha proporcionado en una trayectoria de 61 años y espero que algunos más.

Los principales destinatarios de esta colección epistolar, son mis hijas, mis yernos (si las quieren admitir), pero sobre todo mis nietos, los que están y los que quedan por llegar si Dios quiere.

Mi intención se limita exclusivamente a la transmisión de experiencias y de un modo de vida, basado en los valores que en un tiempo me inculcaron mis padres y en la educación que un día recibí a través de mis “maestros” en la escuela, sin otra pretensión que la de aportar “algo”, que de una manera u otra, ayude a los lectores de las mismas, a una mejor proyección de su vida. 

Evidentemente no espero  que sea un código a seguir al pie de la letra, por dos razones fundamentales;  primero porque considero que no tengo ni la autoridad moral ni intelectual para tal alto objetivo; y segundo porque al transmitir algunas de estas experiencias o sensaciones, el lector pudiera llegar a pensar “vaya cuelgue”  que tenía el abuelo.

Por eso, lo verdaderamente importante para mí, es pasar por la vida, sin dejar de comunicar lo que ella me enseñó,  y  lo que yo fui capaz de aprenderLa transmisión de esos conocimientos, estimo que es la herencia más preciada que puedo dejar a mis hijos y a los hijos de mis hijos.

Y,  ¿por qué?
Para bien o para mal, me siento partícipe de una generación, a la que yo llamo “GENERACIÓN FRONTERA”, que ha tenido la oportunidad de asistir a una serie de hitos, que han transformado nuestras propias vidas y  la de nuestro país y que por tanto, forma parte de la historia actual de nuestra tierra y de nuestra patria.
Según mi opinión, esta GENERACION, ha estado situada en la frontera entre dos épocas que han supuesto una serie de cambios, a veces demasiado rápidos, y por ello difíciles de asimilar en muchos de los órdenes de  nuestra vida.

Ante este panorama, a  mi Generación no le quedó más que adaptarse a las situaciones que se le presentaban con la misma velocidad que los cambios se producían. 
Fuimos por estar situados en la FRONTERA, que os comentaba, testigos privilegiados en el resurgir de una tierra que albergaba en su interior unas ansias enormes de progresar y hacerse “Mayor de Edad.”
Fuimos una GENERACION, que con unas bases de partida un tanto o un mucho “PRECARIAS”, no tengo más que recordar el esfuerzo de nuestros padres por facilitarnos una educación,  que ellos no tuvieron, con la que pudiéramos situarnos en primera línea de salida para nuestro desarrollo como personas; logramos gracias a una escala de valores, basadas en  nuestro orgullo de clase, nuestro esfuerzo y nuestro sacrificio dar un paso gigantesco al frente y forjar una nueva sociedad.
Fuimos en definitiva una GENERACION, poseedora de una serie de cualidades, que creo podrían servir de referencia a las generaciones actuales y que deberíamos ser capaces de transmitir, sobre todo por la altura a la que nos encontramos (ya peinamos canas),  a nuestros nietos. 

No fueron tiempos fáciles, pero no por ello menos felices, quizás porque necesitábamos menos o quizás porque por educación o necesario convencimiento, nos adaptamos a lo que había.
No nos aburríamos, porque nuestros juegos no tenían ni elaboración mecánica ni electrónica; el trompo, la billarda, la lima, las bolas, las chapas..., con reglas inventadas por nosotros mismos y que todo el mundo respetaba. 

En fin, nos las apañábamos para tener nuestro tiempo ocupado, y siempre contando con nuestros amigos de nuestro barrio o de nuestro colegio.
Vivíamos en la calle, nuestro deporte era el fútbol, porque otro no conocíamos, y no necesitábamos césped, nuestras porterías no tenían red y los postes se formaban con un par de ladrillos y dos montones de piedras que formaban los límites de la misma.

Fuimos la última GENERACION  del BACHILLERATO, con sus implacables reválidas.
Fuimos  la última generación del PREU, con aquel terrible examen de prueba de madurez que había que superar antes de nuestro paso a la UNIVERSIDAD.
Y estando en esas, asistimos a una gran revolución en la música, quién no recuerda aquellas primeras canciones de los BEATLES, y sobre todo aquel HEY JUDE, que además duraba siete minutos y era la melodía preferida para bailar un “agarrao” con aquella niña que nos robaba el corazón, cuando la fiesta (guateque), que se organizaba en casa de alguien, tocaba a su fin.
Fuimos testigos del nacimiento en  nuestro país de la Televisión, ojo, una sola cadena y con tiempo de emisión limitado y con dos colores, el blanco y el negro. Hasta entonces el medio de comunicación que llegaba a nuestras casas era la radio de la que hablaremos en otra ocasión más detenidamente.
Contando con apenas catorce años, se producía en el mundo un fenómeno que cambió el orden de nuestra sociedad, eran los movimientos sociales de “MAYO del 68”, y del que probablemente no fuimos muy conscientes por lo corto de nuestra edad.

 Posteriormente, si damos un salto en el tiempo, y nos situamos en los años 70, fuimos sujetos directos de un hito sin precedente en nuestra historia. Nuestro país, después de cuarenta largos años, se convertía en una joven democracia que nos impuso nuevos retos, que supimos afrontar, no sin preocupación pero sí  con valentía, y refundar una sociedad más moderna y participativa.

En ese devenir, nos hemos caído muchas veces, las mismas que nos hemos levantado, porque éramos conscientes de donde veníamos, de nuestros orígenes y hasta donde habíamos llegado  gracias a las conquistas que habíamos sido capaces de alcanzar.

Por todo eso y quizás por mucho más, que seguro permanece escondido en los recodos de mi memoria, creo que merece la pena transmitir y compartir  unas vivencias lo suficientemente ricas y  provechosas, a mi entender, para mí mismo y para mi familia.

Espero que a esta entrega, sigan otras  lo suficientemente atrayentes para el lector, porque parafraseando al poeta y desde el fondo de mi corazón me permito apropiarme de unos versos cargados con todo el sentimiento que pretendo reflejar en este “mi legado”.




   A las aladas almas de las rosas

   del almendro de nata te requiero,


 
  que tenemos que hablar de muchas cosas,

    
   compañero del alma, compañero.
  
 Hasta la próxima, que os aproveche.

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